Y entonces, con un chapoteo sordo, aterrador, un ser marino emergió de
entre las olas. Su forma se asemejaba a la de un perro, pero también
podría ser la de un hombre o la de algo aún más extraño. No pareció
verme -o no le importó-; nadó como un pez bajo la luz de las estrallas
hasta que se sumergió de nuevo en las aguas. Al poco volvió a aparecer
y, al estar más cerca, vi que llevaba algo sobre los hombros. También me
di cuenta de que no podía tratarse de un animal, sino que era un
hombre, o algo parécido a un hombre... Pero nadaba con una facilidad
espantosa.
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